El trabajo elaborativo. Donde la vida no termina nunca
Publicada el 18/10/2018 por Luis Vicente Miguelez
El trabajo elaborativo. Donde la vida
no termina nunca
Soy de la
idea, sostenida por muchos analistas y
por el propio Freud, de que el tratamiento psicoanalítico no tiene fin. Se
interrumpe en el mejor de los casos de común acuerdo entre el analista y el
analizante, pero puede continuar por otros medios una vez instalado. Por lo que
entiendo que una vez abierta una puerta importante de acceso a lo inconsciente
se instaura una suerte de flujo interminable.
La
experiencia del análisis instaura un pensar otro que se establece como un
“entre” donde ninguno de los dos partenaires sabe todo lo que dice ni piensa
todo lo que sabe. Es que la
transferencia analítica pone a trabajar un modo de comunicación que no es de
uno hacia otro sino que se genera un “entre” donde lo dicho deja lugar a un
nuevo decir del que surge lo impensado.
En ese
sentido el tratamiento psicoanalítico no se restringe ni al espacio ni al
tiempo de la sesiones. Su prolongación en tiempo y espacio es lo que actúa como
trabajo elaborativo del análisis.
Más aún
podemos afirmar que hay situaciones fuera del análisis donde se establecen
relaciones transferenciales que posibilitan movimiento elaborativos
particularmente intensos.
De ahí que
considero que la denominación que utiliza Ulloa para lo que muchos analista
llamaron autoanálisis me parece mucho más acertada. El habla de propio análisis
y engloba lo que ocurre en las sesiones como aquello que se desarrolla por
otras vías. A mi parecer decir propio análisis y no autoanálisis evita el
malentendido de considerarlo autoreflexivo. Siempre el propio análisis necesita
de otro. Veremos luego que condiciones son necesarias y suficientes para que se
constituya ese otro. Sabemos que el denominado autoanálisis de Freud se realizó
siempre en relación a alguna alteridad que compusieron los diversos Fliess con
los que compartió la elaboración teórica y su propia neurosis infantil.
Freud
aseguraba que el analista debía comportarse de manera atemporal como el
inconsciente mismo. Se podría decir, por lo tanto, que todo análisis transcurre
en esa atemporalidad que es el la del inconsciente produciendo efectos
temporales donde se inauguran nuevas alternativas capaces de ensayar futuro a
partir de antiguas repeticiones.
En un
artículo muy singular y polémico Didier Anzieu relata veintiuna sesiones que
tuvo con un espíritu. Comenta que una joven colega le habla de una “terapeuta”
que acaba de conocer. Es una mujer que, a las cuatro de la madrugada, piensa
intensamente en las personas de las que se le ha dado el nombre, la dirección y
Anzieu cree, no muy seguro, que también la profesión. Piensa en ellas
gratuitamente tanto desde el punto de vista financiero como desde el punto de
vista de las ventajas que ella podría obtener y Anzieu agrega, supongo que por
necesidad personal de pensar en el prójimo. Esta terapeuta es libre de aceptar
o rechazar a la persona que se le propone o que se propone. La cura dura
veintiún días a continuación de lo cual parece que se manifiesta una mejoría
del estado del destinatario.
Anzieu
acepta que la colega le de sus coordenadas a esta terapeuta y le pide que lo
prevenga sobre cuando empiece la experiencia para poder anotar los efectos
eventuales que le sucedan.
Se sorprende
que comentando a su entorno de la experiencia que va a iniciar diga lo
siguiente:” dura veintiún días y a continuación de la cual yo estaré curado de
mi Parkinson”. Aclara luego en su escrito “he aquí mi deseo de curación, de una
curación medicamente imposible de una enfermedad incurable que surge en mi
mente en la perspectiva de una intervención de esta “curandera” que yo no
conozco y que no me conoce.
Luego
transcribe el diario de esa experiencia, noche a noche.
De su
lectura uno va viendo la intensidad que toman los movimientos afectivos que le
producen sus recuerdos íntimos y la ambivalencia en torno a la creencia en la
eficacia del “tratamiento”.
La segunda
noche escribe “Tengo un breve debate interior: no creo en los espíritus, pero
tengo que ser honesto conmigo mismo: creo sin creer en ellos. Sé que no
existen, pero a pesar de todo, pueden manifestar sus efectos; la prueba, es que
después de la segunda noche esta desconocida que piensa en mí, o más
exactamente de la que yo pienso que ella piensa en mí, me hace bien.
En la cuarta
noche, teniendo después de muchos meses un buen descanso nocturno, ya que las
convulsiones parkinsonianas han cesado, dice soñar mucho. Luego de comentar
sueños y asociaciones plantea una inquietud que le oscurece el cuadro, este
espíritu con el que yo estoy en
contacto, o creo estar en contacto, ha sido hasta ahora un espíritu benéfico.
¿Va a continuar siéndolo o va a convertirse en maléfico? “No importa” concluye,
“me hace bien y me protege por la noche de mis perseguidores internos”.
No voy a
continuar el relato de las “sesiones”. Dejo a ustedes si les interesa ir al
texto y continuar leyendo. Lo que debo agregar es que el relato de Anzieu va
tomando la forma de un análisis.
Al final del
texto donde reflexiona sobre la experiencia de esas veintiuna noches y días
Anzieu comenta lo siguiente. “Con gran reticencia me resuelvo a publicar el
diario de esta experiencia. Tengo el sentimiento de angustia de exponerme a las
críticas acerbas de los lectores y más especialmente de los colegas. El ejemplo
de Freud exponiendo su vida psíquica íntima en su obra es para mí un precioso
estímulo”.
Termina su
extraordinario texto diciendo, “en tanto que yo sepa o que crea que otro piensa
en mí, pienso existir y pensar”.
Me quiero
apoyar en el doble sentido de la expresión “otro que piensa en mí”, en tanto se
entraman eso que en mi piensa y el otro que me piensa. ¿Este otro que piensa en
uno en su diversidad de sentido no es el principal motor de la transferencia
analítica? Esto es, lo que anuda en la relación a un otro la experiencia del
inconsciente.
El Espíritu
con el que se autoanaliza Anzieu es, en su caso particular, un buen dispositivo
para relanzar la transferencia analítica. Él se procura una manera de no hablar
solo consigo mismo poniendo en juego un supuesto otro que lo piensa y a la vez
un pensar otro. Abre así nuevamente un diálogo con su inconsciente.
Esa
continuación del análisis por otros medios, ¿no estaría emparentada con lo que
Freud denominó el trabajo elaborativo que se desarrolla en el tiempo más que en
el espacio analítico?.
Vayamos por
parte. Propongo hacer una incursión en lo que Freud denominó los trabajos
psíquicos y luego volver y detenernos en el trabajo elaborativo, sus
dificultades de conceptualización y su eficacia terapéutica.
Trabajo
psíquico es una noción muy freudiana. Freud nombra tres trabajos inherentes al
aparato psíquico que son requerimientos emocionales e intelectuales que hacen a
nuestra existencia tutelados por lo inconsciente.
El trabajo
del sueño, el trabajo del duelo y el trabajo elaborativo. Como veremos los tres
se hallan muy bien entrelazados y presentan en sus singularidades importantes
similitudes.
En el año
1917 Freud publica “La aflicción y la melancolía” donde se va a ocupar del
trabajo de duelo y es también el comienzo de una segunda etapa en la
investigación psicoanalítica caracterizada por la introducción del concepto de
pulsión de muerte y de la nueva tópica.
Freud
plantea que, durante el tiempo del duelo, o sea, durante el tiempo en el que
transcurre lo que él llama “trabajo del duelo”, el yo queda obligado a decidir
si quiere compartir o no el destino del ser querido muerto o, en términos más
vastos podemos decir el del objeto perdido.
Este trabajo
nos dice consiste en una intensa labor psíquica de ruptura del lazo que ata al
yo con el objeto desaparecido. Se ha llamado a ese trabajo, enterrar o, en su
versión más simbólica, matar al muerto. Me resulta poco feliz esa fórmula
porque refiere más a lo sustituible del objeto que a la dimensión real de la
pérdida con la que tiene que vérselas el yo.
Me explico.
El trabajo
de duelo es comparable a la operación de borrar una huella y dejar una marca.
La huella, en términos lingüísticos, es lo que se presenta como un índice, algo
que posee una estrecha relación con el objeto en sí, una relación de
inter-dependencia con la cosa que la produjo, mientras que la marca que se
forma borrando la huella, inscribe verdaderamente la pérdida del objeto. Asienta
la pérdida definitiva de éste pero permite la asunción de una significación
singular. En ese sentido, el acto de borrar la huella y dejar una marca vuelve
irremediablemente perdido el objeto y también lo hace insustituible.
El trabajo
del duelo concierne básicamente a la ardua elaboración de la pérdida de una
ilusión, la que atañe a que algún otro objeto calzará bien en la huella que
dejó el primero. Esta ilusión se corresponde con la idea de sustitución. Si, por
el contrario, se borra esa huella y se deja la marca, lo que se constituye es
lo irremediable de la pérdida pero junto a lo insustituible de esta pérdida se
forja memoria perdurable.
Una paciente
pierde a su padre y entra en una situación de duelo, de trabajo de duelo en
análisis. Éste era una figura muy importante, admirada y querida. La paciente,
a raíz de su separación, había intensificado mucho más su relación con el padre.
Luego de un tiempo no muy prolongado su padre muere.
Transcurre
en su análisis un período de duelo, el dolor va cediendo luego paulatinamente y
encara nuevamente su vida cotidiana. Conoce a una persona de la cual se enamora
y establece nuevamente una relación de pareja. Esta persona es mayor que ella,
con una postura que en algún punto, por lo que describe, posee esa solvencia
que le transmitía el padre. Tiene un sueño en el que, como generalmente ocurre
en los sueños sobre personas queridas muertas, ve a su padre en una reunión y
ella sabe que él está muerto aunque él mismo no lo sepa. Es una fiesta familiar
y comparten la mesa. Ella le presenta ahí a su pareja actual, a su enamorado,
el sueño termina ahí.
Durante el
sueño los sentimientos son de asombro y cierto bienestar. Ella se despierta de
ese sueño, se acongoja mucho, llora la pérdida del padre, le vuelve toda la
tristeza y tiene un fallido. Se levanta para prepararle el desayuno a su hijo y
después se acuesta y se vuelve a dormir, dejando de hacer lo que tenía
programado, entre otras cosas ir a su análisis. Me llama muy angustiada
diciéndome que se quedó dormida y que quiere tener una sesión. Le ubico una
hora ese mismo día para más tarde y llega desconsolada. Cuenta el sueño
manifestando lo doloroso que significó volver a conectarse con la muerte de su
padre. Comenta que hacía poco había hablado con una amiga, que le decía algo
sobre esto, que es algo que nunca se termina de clausurar, siempre hay escenas,
situaciones donde aparece la ausencia y la pérdida.
En algún
momento de la sesión le digo solamente esto: que el sueño le reveló que en la
pérdida de su padre hay algo insustituible aún estando al lado del hombre que
ama. Esto de alguna manera la alivia.
El sueño
viene a inscribir esa pérdida. Se produce en el momento en que alguien
pareciera ocupar el lugar de cuidado y solvencia que tenía para la paciente su
padre. Lo que no es sustituible, ni aún en su semejanza, es lo que retorna como
resto a trabajar, abierto al proceso de elaboración. El sueño empieza a borrar
la huella del objeto y comienza, no sin dolor, a producir el destino de marca
con el que tramitar esa pérdida. La
huella buscará siempre fallidamente el pie que la produjo u otro casi igual, la
marca se abre a la singularidad de un nuevo encuentro.
Ahora,
siguiendo este rumbo trazado por el trabajo del duelo y del sueño me voy a
ocupar del trabajo elaborativo.
El término alemán Durcharbeiten
fue traducido al castellano de distintas maneras: “elaboración” en la
edición de Ballesteros, que es la de “Recuerdo, repetición y elaboración”,
después se cambió por “reelaborar” en la traducción que hace José Etcheverry del mismo texto en la edición
de Amorrortu. En el diccionario de Laplanche y Pontalis se utiliza trabajo
elaborativo, tomado la expresión inglesa working throught que
adquirió carta de ciudadanía en diversos idiomas. En francés
se emplea el neologismo per-élaboration que dio
lugar en castellano a per-elaboración.
La palabra alemana está compuesta del prefijo durch que significa a través y arbeit, trabajo, sería entonces
trabajando a través, de extremo a extremo. Durch tiene su equivalente en
castellano en el prefijo per, que connota intensificación,
durabilidad, perdurable, durabilidad a través del tiempo, también a
través. No es sencillo encontrar la forma adecuada que exprese lo que
condensa la palabra alemana. Se trata de un concepto que por momentos se vuelve
oscuro, difícil, que es necesario ir considerando detenidamente.
Comenzaré recordando una advertencia técnica que todo
analista tiene en cuenta aunque a veces resulte dificultoso su cumplimiento, se
trata de poder alojar el silencio del paciente, respetarlo y no cargarlo de
interpretaciones.
Poder tolerar el silencio está asociado con la capacidad
de estar solo sin entrar en angustia. Winnicott le dio relieve a este concepto
subrayando el hecho de que se trata específicamente de una capacidad y planteó
que es una adquisición temprana del individuo. En el adulto este logro temprano
se va a convertir en la posibilidad de relajarse, de alcanzar la disponibilidad
para el repliegue, para llegar a sentirse reposado en silencio. Esta
adquisición temprana Winnicott la presenta de manera paradojal. La capacidad de
poder estar solo comienza con la experiencia del infante de jugar solo en
presencia de su madre. El jugar solo en
presencia de la madre lo contrapone a la obligación a responder constantemente
a estímulos externos, a demandas de sus padres. Winnicott situará ahí la
génesis de lo que va a denominar el
falso-self. Anteriormente Sandor Ferenczi ponía de relieve que la repetición de
una escena onírica, a la que nombró “el
sueño del bebé sabio”, se podía observar en pacientes muy perturbados por
una sobre-exigencia que habían padecido desde muy temprana edad. La escena
onírica repetida consiste en un bebé que habla y no solamente puede hablar sino
que sabe lo que le pasa a la madre y al padre, proveyendo soluciones a
problemas domésticos. Ferenczi dice atinadamente que el bebé es situado en el
sueño como el psiquiatra de una madre depresiva. Lo interpretaba como la
realización inconsciente de una fantasía de reparación fallida, la de “curar” y
“curarse” de la depresión materna.
Ahora bien, un adulto podría lograr un estado de
relajación placentera si de niño pudo vivenciar el jugar solo en presencia de
su madre. Lo que se destaca de esa presencia es que no sea intrusiva, esto es,
que haya alguien disponible aunque sin exigir nada al infante. Una suerte de
estar sin invadir. Esta experiencia constituiría la base de la confiabilidad y
de la amistad adulta. Lo que podemos inferir es que el poder estar solo implica
la presencia intrapsíquica de un Otro confiable. Exactamente lo contrario que
ocurre en el sentimiento de desolación.
Con la capacidad de estar solo el sujeto va adquiriendo
la posibilidad de permanecer durante un tiempo en un estado en el que no hay
ninguna orientación, tolerar lo no-integrado de su posición sin tener que estar
respondiendo a estímulos externos, ni tener que sostener activamente intereses
y realizar acciones dirigidas. Winnicott comenta que se prepara así el
escenario para una experiencia del ello. Me gusta esta denominación. Adquirir
la aptitud de permanecer en un estado no integrado, poder soportar el no tener
una conducta dirigida, una orientación determinada hacia la búsqueda de objeto.
La capacidad de estar solo sería para él un marco donde las sensaciones o
impulsos se experimentan como reales y se convierten en una verdadera vivencia
personal. Va a estar en un futuro emparentada con las experiencias que hacen
que un sujeto se sienta real. Se escucha a menudo en los consultorios el
lamento de un paciente de sentir que lo que le sucede no lo vive como real, la
sensación de que la propia vida es ficticia. Vemos que este sentir está
asociado a la exigencia en la primera infancia de responder compulsivamente a
los estímulos externos, tener que satisfacer prematura e insistentemente a las
demandas parentales, ser el bebé sabio del que habla Ferenczi. Por el
contrario, la experiencia del ello constituiría un verdadero acontecer personal
que, tal como la entiendo, promueve un estado propiciatorio para lo que Freud
denominó Durcharbeiten, el trabajo
elaborativo.
Tomemos ahora otra lazada del nudo que presenta el
concepto. Le acometeremos por el flanco de la temporalidad. Hay dos expresiones
con las que solemos referirnos temporalmente a los hechos, suceder y acontecer.
Si por suceder entendemos lo que sigue a lo anterior, en el acontecer,
contrariamente, tendríamos una suerte de discontinuidad con lo ya habido, con
lo ya ocurrido, con el antecedente.
El efecto del análisis tiene un pie puesto en el
acontecer y otro en el suceder. En tanto se trata del surgimiento de lo
impensado sobre un fondo de lo ya sabido, hay algo que se produce como una
irrupción en el relato.
A Freud se le fue haciendo claro, casi desde el comienzo
de su labor clínica, que la eficacia de la cura no consistía solamente en la
recuperación de lo olvidado ni de lo reprimido ni, finalmente, en hacer
consciente lo inconsciente. Es entonces que aparece en su obra el concepto durcharbeitung,
A este concepto lo va a desarrollar fundamentalmente en
dos lugares, si bien es algo que ya anuncia desde 1895, lo desarrolla en Recordar,
Repetir y Reelaborar, en la última parte del texto, y en Inhibición,
síntoma y angustia muy brevemente.
Plantea que se trata de un trabajo psíquico,
fundamentalmente inconsciente, que permite al sujeto ir integrando lo reprimido
y librarse del dominio de los mecanismos repetitivos.
Si uno sigue detenidamente su argumentación verá que pasa
del recordar como objetivo terapéutico a ocuparse de los límites mismos de ese
recordar, haciendo hincapié en lo que no puede ser recordado porque nunca fue
consciente, lo incapaz de convertirse en recuerdo. Conjuntamente va a referirse
a la repetición en tanto compulsión a la repetición. Es decir, pasa a ocuparse
de la repetición de lo reprimido primariamente, lo prehistórico, lo imposibilitado
de hacerse consciente, para finalmente introducir la cuestión de la
per-elaboración a la que asigna un carácter fundamental en el trabajo
analítico.
Serán pocos renglones nada más, pero lo propone como
absolutamente imprescindible para la cura. El trabajo elaborativo – señala
Freud – es constante en la cura pero actúa más en ciertas fases que en otras
del tratamiento, y sobre todo cuando parece que éste está estancado, cuando se
ha detenido; dominado por las resistencias, aunque esas resistencias hayan sido
interpretadas. Agrega Freud que el trabajo elaborativo “puede constituir una penosa labor para el analizado y una dura prueba
para la paciencia del analista”.
Freud afirma textualmente “el trabajo elaborativo constituye parte de la labor que ejerce sobre el
paciente la mayor acción modificadora, y la que diferencia el tratamiento
analítico de todo influjo por sugestión. Teóricamente podemos equipararla a la
derivación por reacción de las magnitudes de afecto aprisionadas por la
represión, proceso sin el cual no lograba eficacia alguna el tratamiento
hipnótico”.
Como ven, entiende que la importancia que tenía la
abreacción en el tratamiento por hipnosis
ahora la tiene, en el tratamiento psicoanalítico, el trabajo
elaborativo. Al decir esto Freud señala que lo que determina verdaderamente su
eficacia no es la rememoración sino la per- elaboracion. El paciente
consigue mediante el trabajo elaborativo que va llevando a cabo dentro y fuera
de la sesión analítica no solamente una comprensión intelectiva sino una
convicción basada en la experiencia del inconsciente.
Fernando Ulloa escribe en Para una metapsicología de
la per -elaboración, que si bien éste es un concepto psicoanalítico
constituye también uno de esos recursos curativos propios de la condición
humana, aún previos a la irrupción del psicoanálisis. En la lectura que hago del texto entiendo que lo que él ha
formulado está emparentado con lo que Winnicott describe como “la experiencia del ello”. “Es un acontecer inherente al funcionamiento
mismo del aparato psíquico”, dice Ulloa, un proceso mediante el cual se da
una cabida a lo que es incapaz de conciencia, a lo prehistórico, a aquello
referido a lo visto y lo oído que entreteje la escena primaria, que si bien no
posee representación de palabra insiste en emerger.
Cuando Freud formula el concepto de resistencia del ello
asociado a la compulsión repetitiva observa que para que la cura llegue a un
buen término también hace falta vencer esa resistencia. Es decir, la atracción
que ejercen sobre lo reprimido los prototipos inconscientes. Prototipos
inconscientes es una expresión formulada por Freud que se refiera a lo
reprimido primario.
Ahora bien, esos prototipos inconscientes de los que
habla Freud nunca serán conscientes. Sería tarea vana querer traducir a la
lengua del sistema preconsciente (conciencia) ese material psíquico. Por lo
tanto la fórmula de hacer consciente lo inconsciente no termina de esclarecer
lo que ocurre en la clínica psicoanalítica. El trabajo elaborativo, la per-
elaboración, no consiste, como venimos diciendo, en hacer consciente lo
inconsciente. Si se quiere, su eficacia está en que lo reprimido primordial,
pueda ser evocado y no necesariamente repetido compulsivamente. Uso la palabra
evocado en tanto evocar según el
diccionario de la Real Academia tiene como acepción “traer una cosa a la
imaginación”. Prefiero por lo tanto utilizar evocar entendiendo que el trabajo
elaborativo pretende hacer metáfora viva con lo irreductible, con aquello no
pasible de volverse consciente. Lo mismo que veíamos en el trabajo de duelo
transformar la huella de lo perdido en marca significante abierta a nuevas
significaciones.
Entre la irreductibilidad de lo reprimido propiamente
dicho y el esfuerzo malogrado de la sustitución de lo perdido se instala el
arduo trabajo de la per- elaboración, equivalente a lo que Freud
denomina la otra escena del sueño. Espacio
de trabajo entre el ombligo del sueño imposible de rememorar y sus
posibilidades de figurabilidad.
La formulación freudiana de repetir para no recordar, que
formaliza el proceso transferencial, puede ampliarse en esta perspectiva, en
tanto acoge no solamente lo memorable sino lo que no puede ser recordado, la
desmesura del inconsciente. Por lo tanto, la misma neurosis de transferencia
podría ser un comienzo de la per- elaboración.
Así como la interpretación surge de una memoria que
retorna de lo reprimido y abre camino a nuevas producciones deseantes y la
construcción se dirige principalmente a lo rehusado y desmentido del discurso
del Otro dándole un sostén representativo, la per-elaboración posibilita -a
semejanza del trabajo del sueño- que lo no representable pueda asociarse a los
impulsos del ello, logrando así una suerte de figurabilidad. Núcleo caudaloso
del que se nutre tanto la producción artística como la transferencia analítica.
Si como conjeturamos la constitución de la neurosis de
transferencia puede pensarse como el inicio del trabajo per-elaborativo, su instalación en el análisis ya es un avance
de la cura. Recordemos que Freud definía a la neurosis de transferencia como lo
que se constituye entre la vida y la enfermedad. Esta concepción propondría un
concepto de salud original, donde lo principal no sería la ausencia de
enfermedad sino la constitución de un espacio “entre” que procese lo que de
alguna manera es fuerza vital y padecimiento al mismo tiempo.
Para finalizar las palabras con las que un hombre, en
este caso Ives Berger, se refiere al recuerdo de su madre muerta. Las tomo de
un pequeño libro llamado “Rondó para Bervely” que escriben y dibujan conjuntamente padre e hijo, John e Ives Berger,
como homenaje tierno y bello que nos acerca e ilumina de alguna manera lo que
llamó Ulloa ese acontecer inherente al funcionamiento psíquico.
Te veo con tus
mejores galas, sonriente, con esa sonrisa tuya que guardo en el corazón.
Delante de mí
está Noel Road, donde viviste algún tiempo antes de que yo naciera. Te imagino
viniendo por ella, doblando la esquina, con esa misma sonrisa.
Tantas cosas son
iguales y tantas son diferentes. Así es, mamá. Y si como me decías a menudo “no
se construyó Roma en una hora”, puede que las cosas más importantes las
llevemos muy dentro, desde el día en que nacemos hasta el día en que morimos.
Si, puede que lo que tú llevabas hace cincuenta años cuando cruzabas Noel Road
lo lleve yo ahora,, mientras estoy aquí sentado delante de la galería. Y si mis
pinturas vienen de algún lado, creo que ese sitio podría estar entre tú y yo,
entre entonces y ahora. Donde la vida no termina nunca.
Referencias
bibliográficas
Dider Anzieu. El espíritu, el inconsciente. Contribución a
un método de auto-análisis. Psicoanalizar. Editorial Biblioteca Nueva
Sigmund Freud. La aflicción y la melancolía. O.C. editorial
Amorrortu
Recuerdo,
repetición, elaboración. O.C. Alianza Editorial
Inhibición, síntoma y
angustia. O.C. Alianza Editorial
Sandor Ferenczi.
El sueño del bebé sabio. O.C. Espasa
Calpe
Donald D.
Winnicott. La capacidad para estar solo. Los procesos de maduración
y el ambiente facilitador. Paidos
Fernando Ulloa. Para una
metapsicología de la per-elaboración. Ficha del autor
John Berger, Ives
Berger. Rondó para Bervely. Editorial Alfaguara
Luis Vicente Miguelez